jueves, 2 de enero de 2014

UNO: Retazos de una despedida.

      Era ya entrado el mes de diciembre del pasado 2013, casi las nueve de la noche de uno de sus miércoles. Hacía fresco y la charla tardaba demasiado en tomar sentido. No alzaba el vuelo permaneciendo en una especie de cháchara monologada: La mujer hablaba y hablaba y hablaba: palabras y más palabras y más: La falta de esfuerzo de su hijita, el desinterés manifestado diariamente por su hijita, la falta absoluta de inquietudes intelectuales de su hijita, la pasividad extrema de su hijita y el estrepitoso fracaso –en este caso compartido con el fracaso de la cháchara de la madre.
     Después de permanecer escuchando con paciencia descubro que al día siguiente tampoco viene –y la madrecita finge una humillante llamada telefónica, que ubicará la sesión de trabajo en el jueves siguiente. ¿Para qué? –le dije–, si no le ha servido para nada y ha fracasado, no le hagas pasar ese trago y déjala embargada en el sueño dulce de que ha encontrado lo que busca. Bueno –continuó– yo vengo para pagarte el mes, porque vienen navidades y todo eso y no te voy a dejar tirada…      
      Puesto que la hijita me consta que no ha fracasado, sino que subió del insuficiente al nueve; puesto que lo único que despertó el afán protector de la madre fue que señalé a la hijita que para anular las sesiones de trabajo es necesario hacerlo con el tiempo suficiente, al menos 24h antes; puesto que en el ímpetu de la mentira y la milonga de aquella tía, madrecita, el respeto hacia mi trabajo y mi persona brillaba por su ausencia, lo hice: de un insensato es mejor rechazar el dinero; si actúas como un insensato no puedes pagar como un señor .
      Bajó su mirada y levantó la cabeza todavía para terminar de bordar la ofensa: “Bueno pues te cobras y que venga la semana que viene”. ¿Para qué la semana que viene? –le pregunté. “Pues que venga y le das la charla o charlas con ella de lo que sea”.
     Ahí estaba la confusión que genera en nosotros que un servicio deje de ser necesario con que el servicio sea inútil: por no saber buscamos razones peregrinas para no sentirnos como unos puercos; cuando sería mucho más sencillo ver que un tramo del recorrido ha concluido pero, no por la inutilidad del servicio prestado, sino porque un tramo del recorrido ha concluido, ¿a qué viene mancillarlo con mentiras?.
    Yo no doy la charla y la Tierra no gira porque sea el patinete de la hijita, y todavía le regalé un consejo: “SÁCALA DE TU CAMA, SI QUIERES QUE APRENDA A CONVIVIR”, Y ENTONCES VOLVIÓ A BAJAR LA MIRADA Y SE MARCHÓ.

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