sábado, 26 de octubre de 2013

La primera piedra

Allí, donde esperaba encontrar la primera piedra tropezó con un muro de hormigón armado. Y parece que tras este muro de hormigón se encuentra eso que nadie debe decir y que no se debe nombrar: es el origen del desplazamiento, de la despersonalización, la causa de que todo haya ocurrido como si no fuera consigo.

Hace tan sólo unos días se atrevió a hacer la pregunta: ¿Quién era M.? ¿Cómo se puede estar cuarenta años sin hablar y sin saber de alguien que forma parte de tu familia? Y aquella tremenda e increíble explicación se repitió como hace treinta y siete años. Se encontraba sentada en una silla pequeña, y recuerda muy cerca los rostros de sus padres:
M. es mala, muy mala. No tienes que acercarte a M. nunca, porque puede hacerte mucho daño.

Esta historia se repetía una y otra vez cuando de niña, no recuerda porqué, nombraba a M. Lo cierto es que se convirtió en una niña temerosa porque siempre se le hablaba de brujerías y poderes ocultos, y aprendió a tener miedo.

Sucedió que pasaron los años y una mañana salió a pasear con una tía suya que venía en muy pocas ocasiones. Se encontraron, por casualidad con M. Su tía y M. se dieron dos besos cordiales y afectuosos, cómo supo que aquella mujer era M. es para ella un misterio todavía, pero era M. Le miró y tomó su barbilla con su mano con mucho cariño: ¿Es ésta la niña? -le preguntó a su tía, que asintió. A M. se le llenaron los ojos de lágrimas que no llegaron a caer y con ternura le besó en la frente.

Aquella experiencia fue para ella un descubrimiento y una constatación: No había nadie tan malo en el mundo como sus padres creían, o al menos ese mal no era M. Cuando después de comer su tía se marchó no pudo esperar: ¡Papá! ¡Mamá! M. no es mala; me ha visto y ha sentido emoción y me ha dado un beso, ¡es buena!

Y entonces llegó la catástrofe: su madre cogió el teléfono, con severidad le preguntó a su tía que cómo se había atrevido a dejar que la niña acercase a M. y su madre y su tía tardaron dos años en reconciliarse.

¿Quién era M.? ¿Qué tenía que ver con ella? Esa es la pieza del puzle llena de sospechas que necesita constatar: Necesita saber lo que pasó.

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