sábado, 6 de noviembre de 2010

Variedades

La interrupción y la precipitación de los acontecimientos y la pereza de tomar notas en el cuaderno (sólo los privilegios generan desigualdad; Dragó necesita contar obscenidades para vender, pero eso le cuesta el puesto; Marcelino Camacho ha muerto; ha muerto también Noelia de 9 años; y el albañil no viene ni llama y hay un enorme agujero en la pared del estudio) y una mirada con voz y risas y un deseo de huída.

Si la tuviera, hoy me iría a la casa del lago. Esa casa entre los árboles, no es una casa es una cabaña recia, hecha con troncos de madera. Es grande. Tiene varias salas todas con ventana. Todo está limpio y estamos protegidos por el bosque tupido. Nadie puede vernos y no es necesario que hablemos. Además, alguien en quien confiamos se encarga de los niños. Hay sobre todo silencio y no es necesario inventar para ser. Somos allí eso de después del proyecto que hemos suspendido, desvíado, que se aleja...

¿Cuál es este camino en el que ahora nos encontramos? ¿Dónde está el resultado del sueño de estar juntos solos desnudos sin palabras escuchándonos las respiraciones? ¿Por qué todo tiene que ser una pregunta cuya respuesta sucumbe a la repetición de los putos días? ¿Para cuándo nosotros?

Y van pasando los años y nosotros casi enfurecidos por todo lo que no va siendo.