lunes, 8 de marzo de 2010

Dos Hombres: la fuerza

Se avasallaban mutuamente, ocupando la calle con sus voces plagadas de insultos e improperios, y amenazas y terror. Temblándome las rodillas me acerqué hasta allí, unos segundos después me acerqué un poco más. Iban a matarse, después de matar a los suyos: matarían a los hijos, a las hijas, a los hermanos y a las hermanas, a las madres y escupirían en la tumba de sus padres una vez estuvieran enterrados... me interpuse y detuve el brazo del más joven cuando se disponía a dañar físicamente al otro, que le superaba en edad. El hombre más joven con el brazo agarrado por mi pequeña mano de mujer me miraba pálido y tenso, mientras seguía espetando improperios y me amenazaba con descargar su violenta mano sobre mí.
- Puedes golpearme y matarme de un solo golpe, pero ten en cuenta
que unos segundos después vivirás con la carga de haberme matado.
- Déjeme, yo no la conozco de nada..., yo no quiero matarla, ése tío
lleva provocándome desde hace años y le voy a pisotear la cabeza.
Le acaricié la mejilla, con su cabeza reposada en mi hombro rompió a llorar desconsoladamente. Le habían hecho mucho daño, repetía una y otra vez, y seguía llorando apoyado en mi hombro. A mí todavía me temblaban las rodillas cuando le pregunté si tenía dónde ir. Le prometí pasar a verle e interesarme por él algún día.
- Ni idea tienes del daño que me han hecho?
- Dejar que te hieran no te da derecho a matar ni a reducir al otro;
no hay daño que justifique esa actitud.Hay otras formas de resolver.

Entonces, cuando el más mayor se había marchado y el más joven, cuya mano detuvo la mía, se encontraba ya en el interior de su coche; entonces yo me dirigí a retomar el camino que lleva a mi casa, tratando de hacer algo con aquella tensión que me produjo tocar la violencia.